Una imagen habitual: Av. Santa Fe y Humboldt bajo en agua
Foto extraida de La Nacion y tomada por el lector Rodrigo Sobrero
Foto extraida de La Nacion y tomada por el lector Rodrigo Sobrero
A veces una novela puede ser tan descriptiva y tan bien redactada que muchas veces esas palabras trascienden la realidad de tal manera que podemos palpar la susodicha. Si alguien leyó la novela símbolo de la corriente cyberpunk el “Neuromante” de William Gibson; la misma describía una ciudad futurista decadente, lluviosa y húmeda. En cuerpo y alma; soy protagonista de Chiba City, la ciudad de la novela.
Fuerte lluvia; gente apurada e irrespetuosa; tráfico; lugubres luces; ríos de aguas transcurriendo en grandes lagunas sobre cada esquina totalmente anegada… Camino; esquivo; observo; maldigo mi suerte. Así es como sufro y siento la ciudad donde vivo.
Esto es a grandes rasgos la situación de la ciudad de Buenos Aires cada vez que llueve torrencialmente sobre este caótico lugar. Habituados a la desidia y a la acostumbrada inoperancia programada que saben hacer gala los parásitos de turno en el poder; los ciudadanos comunes, dóciles y amaestrados como imbeciles, seguimos transitando por las calles inundadas y las veredas rotas; resignados y abandonados a nuestro fatalidad transeúnte.
Y esto es grave. Como animales de costumbre que somos; somos manejados como tales. Viven mintiendo y haciéndonos creer que se invierte y que se hacen obras publicas. Las cosas que se hacen son placebos que solo sirven para mitigar en cierta forma el problema. La solución es muy costosa y significa la reestructuración total de una ciudad que posee desagües que datan de mas de ochenta años (y no se si me quedo corto). No puedo creer que no haya habido un plan de urbanización coherente y responsable. Sin ser un ingeniero civil; tengo la lógica y mediana inteligencia para determinar fehacientemente que el porcentaje de crecimiento demográfico es un hecho futuro y que no puede ser obviado. Esto significa que los requerimientos de canalización, desagües, cloacas, etc son directamente proporcionales a la cantidad de gente que vive en una ciudad. Y no solo me refiero a la cantidad de recursos fluviales que debe disponer una ciudad, sino también a la calidad y tamaño de los mismos. Estoy seguro que los ingenieros originales al trazar su plan de canalizaciones y desagües lo tuvieron en cuenta, pero los años transcurren, la población crece y por ende la inversión en dichas obras debe transformarse inevitablemente en realidades palpables.
Corrupción, ineptitudes y total falta de responsabilidad y trabajo para la comunidad; los gobiernos de la ciudad han dejado siempre a lo largo de los años, la marca indeleble de la desidia. El gobierno recauda (y vaya si lo hace), pero no hay soluciones. Desde que he nacido hasta el día de hoy, la ciudad de Buenos Aires siempre ha tenido el mismo problema. En los últimos diez años el problema se ha elevado exponencialmente a grados de extrema gravedad. Nuestro jefe de la ciudad dice que las obras se están realizando. Solo el tiempo lo dirá. Descreído y sabiendo la impunidad y la caradurez de tales individuos, solo resta esperar la próxima cantidad de falacias a la que nos tienen acostumbrados desde hace años.
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