El Catafracto

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lunes, 18 de abril de 2011

El paralelismo historico - ¿Se repite la historia?


¿Se repite la historia?
por Luis del Pino
fuente: http://lamaldiciondespengler.blogspot.com/ 

He leido en su totalidad el trabajo del señor Luis del Pino, Ingeniero de Telecomunicación por la Universidad Politécnica de Madrid; el cual ha sido un manto de enriquecimiento intelectual y que quiero compartir con los lectores del blog.

Antes de transcribir su trabajo, debo decir que siempre busco datos acerca de los autores, para verificar la idoneidad del material que sera expuesto en el blog. No conocia absolutamente nada sobre este señor de nacionalidad española. Estuve buscando en Wikipedia (no confiable y de la cual “tomo con pinzas” su información, ya que la misma, está manejada por los mercaderes) y también note que en otras paginas se lo descalifica indiscriminadamente.

Vuelvo a remarcar que no he leído nada acerca de los trabajos de este señor, pero gracias al “beneficio de la duda” y observando los temas que expone, no me resulta nada descabellado que se lo vilipendie como un “hereje moderno” en cualquier medio.

Volviendo específicamente al tema que nos ocupa, precisamente el escrito del señor del Pino; debo decir que el texto contiene conocimientos inherentes de autores como Oswald Spengler y Arnold J. Toynbee, amplificando y agregando nuevos matices a esas ideas.
Y como buen Spengleriano que soy -  si se puede decir de alguna manera – conociendo las obras del señor Spengler, puedo afirmar humildemente que el texto es sumamente confiable, expresado por el autor, de forma muy clara.

Sin más palabras que agregar, he aquí las palabras del señor Luis del Pino




Parte I


Si uno analiza la situación presente del mundo occidental y la compara con la del mundo grecorromano entre los siglos I a.C. y I. d.C., aparecen por doquier curiosos paralelismos. Algunos de esos parecidos son fundamentalmente circunstanciales, como por ejemplo los existentes entre la Guerra de Yugurta y las dos Guerras de Iraq; o entre la vida y muerte de los hermanos Graco y la de los hermanos Kennedy; o entre la Guerra contra los Piratas que amenazaban el suministro de grano a Roma y la lucha contra la Al Qaeda que amenaza el suministro de petróleo a Occidente.

Pero, al lado de esos parecidos circunstanciales, cuando se analiza comparativamente y con un poco más de perspectiva la evolución del mundo grecorromano y del mundo occidental, se pueden percibir paralelismos relativos a las tendencias de fondo de la sociedad que llevan a preguntarse si es que la Historia se repite de manera cíclica.

El mundo grecorromano vivió la misma evolución de las formas políticas que ha vivido nuestra sociedad occidental, pasando por el feudalismo, el estado de clases, el absolutismo, el napoleonismo y la democracia. Y la duración de cada una de esas fases resulta relativamente similar en ambos casos. Otras sociedades, como la antigua China y el antiguo Egipto, sufrieron también en su día el mismo tipo de evolución. Y no sólo en el campo político se mueven las sociedades siguiendo rutas aparentemente paralelas; en otros terrenos, como por ejemplo el de las formas artísticas, también sucede lo mismo.

Es ese paralelismo en la evolución de las sociedades el que ha llevado a muchos historiadores a preguntarse, a lo largo del tiempo, si existen leyes inmutables que marquen el proceso de nacimiento, desarrollo y muerte de las civilizaciones.

No se trata de una curiosidad meramente académica. Si esas leyes existen, entonces podemos deducir cómo evolucionará nuestra propia sociedad, estudiando cómo lo hicieron otras sociedades anteriores. Y se da el caso de que en esas sociedades anteriores la democracia terminó por dejar paso a la tiranía, con el advenimiento de lo que se llama "cesarismo", paso previo a la formación de un auténtico imperio universal que abarcaba a todas las naciones incluidas dentro de esa sociedad. Una vez formado un imperio universal, las sociedades se petrifican y terminan sucumbiendo ante las acometidas de otra civilización externa

¿Sucederá lo mismo en nuestro mundo occidental? ¿Es la democracia un mero interregno entre el napoleonismo y el cesarismo, entre la monarquía absoluta y el imperio? ¿Estamos condenados a que, en un plazo no muy largo (si nos atenemos a lo que sucedió en el mundo romano) Occidente entero esté gobernado por un nuevo Julio Cesar, desde una nueva Roma, que probablemente esté situada en Washington, o en Nueva York, o en Los Angeles, o en Miami o en Toronto?

Es el alemán Oswald Spengler el que estableció, modernamente, las bases para ese estudio comparado de las civilizaciones, con su obra "La decadencia de Occidente", publicada en 1917 (Nota 1). Resulta sorprendente leer hoy algunos pasajes del libro de Spengler, como por ejemplo cuando se atreve a predecir (¡en 1917, en plena Primera Guerra Mundial!) la futura desaparición de la institución del servicio militar obligatorio, o la evolución hacia el imperialismo que forzosamente debería experimentar el régimen soviético recién instaurado, simplemente a partir del análisis de lo que había sucedido en otras civilizaciones anteriores.

Pero es otro autor, el inglés Arnold J. Toynbee, el que recoge y perfecciona las ideas de Spengler, desarrollando entre 1934 y 1961 un exhaustivo análisis comparado de las civilizaciones que hasta la fecha han existido. En su obra en doce tomos "Estudio de la Historia" (Nota 2), Toynbee sistematiza lo que en Spengler son básicamente ideas inspiradas.

En esencia, de los estudios de Spengler y de Toynbee se desprende que, en efecto, nada puede salvar a las civilizaciones de cometer los mismos errores que sus predecesoras. O, mejor dicho, de seguir un mismo tipo de evolución, que termina indefectiblemente con la muerte de esa civilización.

¿Es eso así? ¿Están las naciones occidentales condenadas a terminar formando parte de un Imperio Universal de Occidente, gobernado por una cualquiera de las naciones que actualmente se integran en la civilización occidental, para terminar desapareciendo ante los embates de otra civilización más pujante?

Resulta curiosa la falta de seguidores que ha tenido esa escuela de pensamiento inaugurada por Spengler y Toynbee (Nota 3), especialmente si tenemos en cuenta que el desarrollo de la sociología y de la tecnología informática en las últimas décadas abren la puerta a la realización de modelos matemáticos que servirían para tratar de capturar la enorme complejidad de las interacciones sociales. Al fin y al cabo, eso mismo se hace ya en otros campos de complejidad extraordinaria, por ejemplo con los modelos macroeconómicos, así que ¿por qué no aplicar las nuevas tecnologías a la investigación histórica y al intento de predecir la evolución futura de las sociedades?

Pero volvamos a la cuestión que planteábamos: ¿está realmente escrita nuestra Historia futura? En el siguiente hilo expondremos los argumentos en que se basa la crítica, enormemente inteligente, que Karl Popper hizo a estas tesis "deterministas" del campo de la Historia.

Después, en el último hilo de la serie, volveremos a la cuestión de las amenazas que acechan a los regímenes democráticos y analizaremos una de esas tendencias "universales" de carácter letal que se manifiestan en las etapas previas a la instauración del cesarismo. Y hablaremos un poquito, en este sentido, de los servicios de inteligencia.



Parte II


Una crítica inadecuada: el libre albedrío

Las críticas a las tesis deterministas de Spengler y Toynbee son muy variadas. Ludwig von Mises y otros autores critican este tipo de tesis, por ejemplo, utilizando el argumento del libre albedrío. Ese argumento afirma, básicamente, que si el hombre fuera una máquina biológica cuyo comportamiento es siempre igual en iguales circunstancias, podríamos soñar con predecir su comportamiento futuro. Pero el comportamiento de un hombre es impredecible, porque existe el libre albedrío y cada hombre elige en cada instante su propio comportamiento, así que cualquier intento de establecer leyes que regulen el devenir histórico está condenado al fracaso.

Sin embargo, esa crítica al determinismo histórico basada en la existencia del libre albedrío no es correcta desde el punto de vista lógico, por dos razones distintas:

1) En primer lugar, por supuesto que los seres humanos tenemos libre albedrío, y en consecuencia es imposible (además de impracticable) tratar de predecir el comportamiento de UNA persona. Pero es que ésa no es la cuestión. De lo que se trata es de ver si se puede predecir el comportamiento de las sociedades en su conjunto, no de una sola persona. También los pájaros individuales de una bandada deciden "libremente" en cada momento si vuelan en una dirección o en otra, y es completamente imposible predecir los movimientos de UN pájaro concreto. Sin embargo, al cambiar de escala, es decir, al considerar el comportamiento de la bandada de pájaros en su conjunto, sí que es posible realizar predicciones de movimiento. De hecho, existen modelos matemáticos que analizan el comportamiento de las bandadas de pájaros y de los bancos de peces, y esos modelos se están intentando aplicar, en la actualidad, a la predicción del comportamiento de los inversores en bolsa. En el campo de la Física sucede tres cuartos de lo mismo: es imposible predecir (porque la capacidad de cálculo necesaria es inmensa) cómo se va a mover en los próximos tres meses una molécula concreta del aire de una habitación. Sin embargo, sí que podemos enunciar leyes que nos indican perfectamente cómo responderá esa masa de aire, en su conjunto, a los estímulos que apliquemos. Así, por ejemplo, podemos predecir cómo serán las corrientes de aire que se produzcan si calentamos un lado de la habitación y el otro no.

2) Pero es que, además, ya existen modelos matemáticos que predicen, de manera limitada, el comportamiento de grupos humanos en determinadas situaciones concretas. Por ejemplo, existen modelos de simulación en el campo de la Economía que permiten predecir, con razonable exactitud, cómo evolucionará económicamente un país o cómo reaccionará un cierto mercado a determinados acontecimientos. Al igual que también existen modelos estadísticos que prevén el comportamiento de grupos humanos en el campo de la ingeniería de tráfico o de los servicios telefónicos y esos modelos se utilizan desde hace mucho tiempo, con considerable éxito, a la hora de dimensionar las carreteras o la infraestructura de las operadoras telefónicas. Como también hay modelos que se utilizan para predecir cómo reaccionan las personas, en su conjunto, a un incendio y diseñar así las salidas de emergencia de un edificio.
Este último ejemplo nos permite aclarar mejor por qué el libre albedrío puede no tener, en nuestro caso, la más mínima importancia: si alguien grita "fuego" en mitad de una sala abarrotada, el comportamiento de ese grupo humano consistirá en correr hacia la salida lo más rápido que pueda, para alejarse del peligro. En esas situaciones, siempre hay alguien más sensato que los demás que trata de aconsejar a los que están a su alrededor que no pierdan los nervios y que salgan ordenadamente, porque de esa manera se garantizará que se salven más vidas. Pero esos llamamientos no pueden nunca vencer al pánico generalizado: la acción de un hombre individual (el libre albedrío) no puede nada, en muchas ocasiones, frente al comportamiento grupal (las reacciones fundamentalmente instintivas de una masa de personas).

Si adoptamos una escala todavía más grande, podemos hacernos preguntas como la siguiente: ¿podría Churchill, haciendo un esfuerzo aún mayor, haber convencido a los ingleses, antes de la Segunda Guerra Mundial, de que era un error contemporizar con Hitler, o la tendencia pacifista imperante era tan fuerte que ninguna acción individual hubiera podido con ella?

Ése es, precisamente, el tipo de pregunta que se plantea con las tesis deterministas: ¿son tan irrefrenables las tendencias sociales que ninguna acción individual logrará nunca detenerlas? Cuando una civilización marcha hacia su propia destrucción, ¿puede la acción de uno o más hombres "concienciados" detener esa marcha? ¿O cualquier esfuerzo que se haga será inútil?

Una crítica adecuada: los avances tecnológicos

Existe otra crítica mucho más inteligente a las tesis deterministas de Spengler o Toynbee (o a tesis "teleológicas" como la marxista) y es la que realiza Popper en su libro "La miseria del historicismo". Aunque Popper no se refiere específicamente a Spengler y Toynbee, el argumento que da para refutar las tesis historicistas resulta perfectamente aplicable al caso que nos ocupa.

Decía Popper que cualquier intento de predecir el comportamiento a largo plazo de las sociedades en su conjunto está condenado al fracaso, porque los avances tecnológicos hacen que las condiciones sociales, e incluso el propio concepto de interacción social, cambien de forma continuada. No es posible prever hoy reacciones a estímulos que ni siquiera existen todavía, pero que existirán en el futuro debido a los avances tecnológicos.

Este tipo de crítica sí es correcto. Imaginemos, por ejemplo, a un hombre de las cavernas tratando de predecir la evolución de su sociedad. Suponiendo que consiguiera enunciar leyes generales que permitieran "saber" cómo se iba a comportar su grupo humano, buena parte de esas leyes quedarían obsoletas en cuanto alguien inventara el fuego, o la rueda, o el hacha.

Los avances tecnológicos van aumentando el grado de complejidad de las propias sociedades, así que cualquier intento de predicción sólo puede tener una validez limitada en el tiempo.

De hecho, si nos fijamos en las tesis de Spengler y Toynbee, el propio enunciado de esas tesis da la razón a Popper. Basta con analizar el propio concepto de "civilización", tal como Spengler y Toynbee lo emplean.

Spengler identificaba en la Historia de la Humanidad unas pocas "civilizaciones": la helénica, la egipcia, la china, la india, la europea occidental, la árabe, la maya, la inca... Toynbee, con un trabajo más sistemático, ampliaba el número de "civilizaciones" existentes o extintas a veintinuna, algunas de las cuales son descendientes de otras anteriores (se indican en negrita las civilizaciones actualmente existentes):

Egipcia
Sínica (China antigua)
------Lejano Oriente
------Coreano-japonesa (incorporada en la del Lejano Oriente)
Minoica
------Helénica (Grecia, Roma)
------------Occidental
------------Rusa
------------Cristiana ortodoxa (incorporada en la rusa)
------Siríaca
------------Iránica (incorporada en la islámica)
------------Islámica
Sumérica (sumerios, acadios)
------Índica
------------Hindú
------Hitita
------Babilónica
Andina (incas)
Maya
------Mejicana (toltecas, aztecas)
------Yucateca

Y aquí radica el principal argumento en contra de las propias teorías deterministas, argumento que encaja con la crítica que hacía Popper. Las tesis de Spengler y Toynbee se aplican, por su propia definición, a las "civilizaciones". Cualquier Ley Universal que pudiéramos extraer analizando esas civilizaciones mencionadas no podría aplicarse a los grupos humanos existentes con anterioridad a la aparición de la primera civilización. Es decir: en algún momento de la Historia de la Humanidad, los avances tecnológicos hicieron que las sociedades humanas alcanzaran el grado de "civilización" y sólo a partir de ahí podrían aplicarse esas supuestas leyes universales del comportamiento de las civilizaciones.

Ahora bien, por la misma razón, los avances tecnológicos futuros pueden llevar a la Humanidad a un estadio de complejidad superior al de lo que ahora conocemos como "civilizaciones". Y las leyes aplicables a las civilizaciones, si es que existen, dejarían de poder aplicarse a esa Humanidad "post-civilizada".

La factibilidad de las predicciones históricas

El argumento de Popper es impecable: los avances tecnológicos (y el aumento consiguiente de la complejidad social) impiden la existencia de leyes de la Historia universalmente aplicables a lo largo del tiempo.

Sin embargo, lo que el argumento de Popper no impide es que existan leyes históricas que sean aplicables en un horizonte temporal limitado. Mientras la tecnología no avance lo suficiente como para llevar la complejidad social "a un nivel superior", no hay ninguna razón que impida tratar de extraer lecciones del comportamiento de otras civilizaciones anteriores.

Por enunciar la pregunta claramente: ¿hemos alcanzado ya un estado post-civilizado, en el que es imposible aplicar las enseñanzas que pudiéramos extraer de lo que fue la historia de las civilizaciones anteriores? ¿O, por el contrario, nuestra sociedad no difiere tanto de la romana y cabe prever que seguiremos una evolución similar a la de ésta?

En el último hilo de esta serie hablaremos de algunas similitudes curiosas entre las tendencias que pueden percibirse en nuestra actual sociedad y las que experimentó Roma en la época previa a la instauración del cesarismo.


Parte III


Una sociedad enferma

¿Cómo podríamos describir el estado de las cuestiones sociales?

1) la institución familiar se resquebraja a ojos vista, con un aumento espectacular de la tasa de divorcios, un progresivo descrédito de virtudes como la de la fidelidad y una pérdida paulatina del respeto por las generaciones anteriores.
la religión está siendo abandonada poco a poco por buena parte de la población, al mismo tiempo que surgen, para llenar el hueco, todo tipo de sectas y filosofías esotéricas. Algunas de esas sectas esotéricas, que incluyen peculiares ritos iniciáticos, cuentan con una gran aceptación entre los miembros de la oligarquía dominante.

2) el ejército tradicional ha sido sustituido por otro ejército profesional, mercenario, que se ve obligado a nutrirse cada vez más de voluntarios extranjeros ante el escaso entusiasmo que muestran los locales por incorporarse a filas.
3) deportistas y personas procedentes del mundo del espectáculo se cuentan entre las figuras más admiradas por los ciudadanos, para quienes la fama (independientemente de cómo se consiga) pasa a ser la única medida (junto con el dinero, que muchas veces va aparejado a ella) del éxito social. Muchos de esos famosos llegan a acumular auténticas fortunas y algunos de ellos aprovechan incluso su fama para saltar a la arena política.

4) el arte tradicional ha dejado de existir, sustituido por una sucesión cada vez más acelerada de modas cambiantes, con las que el artista no busca ni un medio de expresión personal, ni la inmortalidad que concede el genio creador. Tan sólo se intenta captar la atención del público potencial recurriendo a cualquier histrionismo o extravagancia que sea necesario, como medio, al final, de conseguir fama y dinero. La búsqueda de nuevas sensaciones lleva a la adopción de modas y gustos extranjeros, exóticos. Hasta la gastronomía se convierte en un "arte", en el que la sofisticación y la innovación priman sobre los propios alimentos. El hedonismo se generaliza en la sociedad, especialmente entre los miembros de la clase dominante.

5) las ideologías políticas han desaparecido en la práctica, siendo sustituidas por una lucha entre distintos clanes de la oligarquía dominante, lucha en la que "progresismo" y "conservadurismo" no son más que clichés que se utilizan exclusivamente para movilizar a los votantes.

6) la política se ha profesionalizado completamente al mismo tiempo que surge, al lado del político profesional, la figura del activista profesional, casi siempre a sueldo del político o de la persona de dinero.

7) la agitación callejera, como medio de presión antes y después de unas elecciones, se generaliza, destruyendo poco a poco la esencia misma del sistema democrático. El principal criterio de legitimidad de un gobierno ya no es quién cuenta con más respaldo en las urnas, sino quién es capaz de ejercer mayor presión popular en la calle.

8) el sistema judicial ha dejado de impartir Justicia para centrarse, en una primera etapa, en los aspectos más puramente formales de la Ley, de modo que en los juicios no importa quien tiene razón, sino quién demuestra un mejor conocimiento de los vericuetos legales, lo que lleva a una influencia progresivamente mayor de la figura del abogado dentro de la sociedad. En una segunda etapa, la venalidad se ha generalizado entre los jueces, que ya no son otra cosa que un mero apéndice de la oligarquía dominante, a quien sirven.

9) la separación de poderes ha sido abolida en la práctica, aunque formalmente siga existiendo. No sólo la Justicia ha sido mediatizada por el poder político (y por el poder del dinero), sino que también el poder legislativo se ha supeditado al ejecutivo, y ambos al económico. El parlamento ha dejado de ser el lugar donde se decide el futuro del país, para convertirse en un simple escenario, en donde los parlamentarios simulan que discuten y luego dan su aprobación a lo que previamente se ha decidido sin luz ni taquígrafos, probablemente en alguna comida o reunión de negocios.

10) las leyes dejan de ser instrumentos para regular el funcionamiento social de la forma más eficaz y justa y pasan a tener un carácter meramente instrumental: cuando no se aprueban leyes puramente demagógicas, destinadas a ganarse la voluntad popular o destruir al adversario político, se aprueban otras leyes cuyo único objetivo es proteger los intereses de quienes detentan el poder económico. Y cuando las leyes no sirven suficientemente a los objetivos previstos, se las incumple sin el menor rubor. El político sabe que cuenta con la impunidad que proporciona el control del poder judicial.

11) todos tienen, en teoría, el derecho de acceder a los más altos puestos de responsabilidad política. Pero, en la práctica, se ha terminado por consolidar el poder de un puñado de familias dominantes, presentándose el curioso fenómeno de la aparición de "sagas" de gobernantes democráticos, que hacen del poder un fenómeno progresivamente más hereditario.

12) la corrupción se ha generalizado entre la clase política, que se alía simbióticamente con las personas que cuentan con mayores fortunas. Candidatos y partidos invierten auténticas millonadas en las campañas electorales, un dinero que jamás se podría recuperar con los sueldos teóricos que cobran los políticos. Por supuesto, el nepotismo, la información privilegiada y el saqueo puro y duro de las arcas del estado compensan más que con creces el dinero invertido en las campañas electorales.

13) el dinero sirve para alcanzar el poder y el poder sirve para hacer dinero. Ya no importa quién tenga el programa electoral más beneficioso para los ciudadanos, sino quién sea capaz de comprar más voluntades, recurriendo a cualquier tipo de táctica. Los candidatos prometen ventajas sociales que saben que no podrán costear, los gobernantes se dedican a fomentar la "cultura" y el "espectáculo" (con fondos públicos, por supuesto) como medio de incrementar su popularidad. Los votos de los ciudadanos se compran directamente con dinero o con prebendas a cargo del erario público. En caso necesario, no se duda en recurrir al fraude electoral más descarnado, a las campañas de descrédito de los opositores, a la intimidación y, en casos extremos, al magnicidio.

Aunque pudiera parecerlo, no estoy hablando de nuestra sociedad occidental actual. De lo que estoy hablando es de la sociedad romana en los años en que el sistema democrático entra en crisis y el modelo cesarista se termina imponiendo. Pero estoy seguro de que cualquier lector podría encontrar en nuestra época ejemplos que se ajustan a esas tendencias sociales que los romanos pudieron experimentar hace ahora 2000 años.




Mañana continua la segunda parte

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