(..) Una autentica cultura, (..) en esto, la vida y el destino del conjunto están determinados por el nivel de la forma, la tradición, la crianza y la moral; por el grado de superioridad innata de los linajes, los circulos y las personalidades dirigentes. Una sociedad entendida en este sentido, o bien se mantiene inmune a las clasificaciones racionalistas y las expresiones de deseos; o bien deja de ser. Una sociedad se compone sobre todo de categoras jerarquicas ordenadas y no de clases economicas.
Clarisimo. Sin un bagaje solido a nivel cultural, no puede haber una sociedad fuerte y sana que puede luchar unida contra toda influencia negativa, sea tanto interna como externa. En Argentina, si realmente en algún momento existio; los unitarios la aniquilaron despus de Caseros. Con las concepciones materialistas y liberalistas; las clases economicas se impusieron como norma.
La sustancia basica de toda costumbre noble, procede del honor. El campesinado tiene su honor como lo tiene todo oficio; como lo tienen el comerciante, el oficial, el funcionario y las antiguas estirpes de los principes. Quien no lo tiene, quien no le da valor al hecho de ser considerado decente, tanto por criterio propio como por el de sus pares, se es infame.
¡Que en desuso está una palabra tan importante como el honor! ¡Cuantos deberían aprender realmente lo que es la nobleza, la lealtad y el honor!
La sociedad reposa en la desigualdad de los seres humanos. Se trata de un hecho natural. Hay seres vigorosos y hay debiles; existen los llamados a ser caudillos y los totalmente incapaces de serlo; hay creadores y esteriles, honrados, perezosos, ambiciosos y conformes. Cada uno tiene su lugar en el ordenamiento del todo.
(..) La igualdad de derechos es antinatural. (..) Es un dislate intelectual el querer sustituir con algo diferente la estructura de una sociedad que ha crecido a traves de los siglos y se ha afirmado por medio de la tradicion.
La igualdad de derechos es antinatural como dice Spengler. Es ilogico y fuera de todo razonamiento que en este país, por ejemplo, se mantengan vagos parasitos por un sueldo determinado sin trabajar y encima con pretenciones de obra social, cuando jamas aportaron un solo peso,y ¡ni hablar de extranjeros que vienen con las mismas intenciones!. Se habla siempre de igualdad de derechos, pero nunca de igualdad de obligaciones (ahí, los vagos huyen)
En toda sociedad constantemente descienden al fondo los elementos degenerados, las familias gastadas, los miembros decadentes de estirpes altamente capacitadas, los deformes y disvaliosos en cuerpo y alma. Basta con detenerse a ver estos personajes en asambleas, tabernas, manifestaciones y disturbios. De algún modo, todos ellos son malogrados; personas que, en lugar de poseer una raza vigorosa en el cuerpo, a causa de sus vidas fracasadas si lo tienen en controversias esteriles y venganzas en la cabeza mientras el organo ms importante de sus cuerpos es la boca. Constituyen la escoria de las grandes ciudades, el verdadero populacho; el bajo fondo, en todo sentido, que en todas partes se forma en oposición consciente al gran mundo y al mundo distinguido. Es la bohemia poltica y literaria; son los nobles degradados como Catilina y Felipe Igualdad, duque de Orlens; universitarios fracasados, aventureros y especuladores, delincuentes y prostitutas, vagos y debiles mentales, mezclados con un par de tristes soñadores apasionados por cualquier ideal abstracto. Los une el indefinido afán de vengarse por una mala suerte cualquiera que les estrope la vida, la carencia de todo sentido del honor y del deber, y una desenfrenada avidez por dinero sin trabajo y por derechos sin deberes. De este ambito nebuloso surgen los efimeros heroes de todos los movimientos populacheros y los de todos los partidos radicales. Aquí es donde la palabra libertad recibe el sangriento sentido de las pocas que se hunden. Lo que con esa palabra se quiere expresar es la independencia de todos los vinculos que impone la cultura; el desechar toda especie de moral y de forma, el liberarse de todos los hombres cuya actitud en la vida se percibe, con sorda rabia, como superior. La pobreza sobrellevada con orgullo y en paz, el cumplimiento silencioso del deber, la abnegación al servicio de una misión o de una convicción, la grandeza en la aceptación de un destino, la fidelidad, el honor, la responsabilidad y el rendimiento; todo esto es un reproche permanente para los denominados humillados y ultrajados.
Pues, repitmoslo, lo contrario de distinguido no es pobre, sino vulgar. El bajo pensar y sentir de este bajo mundo se sirve de la masa desarraigada de las grandes ciudades, insegura ya en todos sus instintos, para alcanzar sus fines y su propio placer de destrucción y venganza. Por eso es que en esta masa desconcertada se inyectan, por medio de constantes discursos y escritos, una conciencia de clase y un odio clasista; por eso es que se le describen, subvirtiendo su verdadero significado, las clases dirigentes, los ricos y los poderosos, como criminales y explotadores, para que finalmente alguien se ofrezca como salvador y dirigente. Todos los derechos del pueblo, parloteados por el racionalismo de arriba y provenientes de conciencias enfermas y mentes inconsistentes, terminan siendo exigidos desde abajo por los desheredados como algo obvio. Pero jamas han sido para el pueblo, pues siempre fueron otorgados a quienes ni siquiera habían pensado en exigirlos, como que ni hubieran sabido que hacer con ellos. De hecho, no había por que otorgarlos al pueblo en absoluto. Es que no estaban destinados al pueblo sino a la basura de los que se autodenominan representantes del pueblo, con quienes se forma luego la camarilla radicalizada del partidismo que practica en forma profesional la lucha contra los poderes ordenadores de la cultura y somete la masa a su tutela mediante el sufragio, la libertad de Prensa y el terror.
Nace as el nihilismo, el odio subterraneo del proletario contra cualquier especie de forma superior, contra la cultura como concepto abarcador de esas formas superiores y contra la sociedad que es su sustrato y su resultado historico.
Durisimas palabras de Spengler no exentas de realidad. ¿Peca en una descalificación, tal vez soberbia y exagerada? No lo creo de ninguna manera. Muy fácil de comprobarlo. Si usted es una persona avida y despierta, imagino que es muy fácil reconocer en una manifestación o - en uno de nuestros ya habituales piquetes -, el tipo de gente que los compone. No hay ninguna malicia ni intención de pecar de forma peyorativa, pero el populacho que las compone, su forma de pensar y razonar, su innata condición de rechazo hacia todo lo que tenga que ver con trabajo y su profundo odio y resentimiento contra toda norma establecida y hacia todos los hombre de bien; hacen que las palabras del filosofo alemán sean tremendamente certeras.
Surje así la gran lucha de clases por un populacho azuzado por partidos y movimientos sociopolticos que inyectan odio hacia todo lo que es noble y que se consigue con esfuerzo y sacrificio. El pobre, como “victima de un mundo injusto”, entra en afrenta hacia la clase superior, la que ven como un visible enemigo al que hay que derrotar. Nunca piensan, que mucha gente noble y de instinto fuerte, han hecho lo que tienen a costa de esfuerzo y sacrificio. Y eso amigos, acá y en cualquier lugar del mundo se llama “Trabajo”.
Los parasitos racionalistas necesitan de toda esta ralea humana para poder tener una representación de forma legalizada, desde la imagen publica y nada más y nada menos que desde las urnas. Su gran baza es el odio de clases y sustentan la desgracia ajena en base a todo tipo de argumento falaz.
Es que la época misma se ha vuelto «vulgar», y la mayoría de las personas ni siquiera saben hasta qué punto ellas mismas lo son. El trato desconsiderado en todos los Parlamentos; la predisposición generalizada a participar en negocios no muy limpios cuando ofrecen la posibilidad de ganar dinero sin trabajo; la música sincopada y los bailes negroides como expresión psíquica de todos los círculos; el maquillaje de prostituta adoptado por todas las mujeres; la manía de los literatos de ridiculizar en novelas y obras teatrales, en medio del aplauso general, los criterios estrictos de la sociedad distinguida; el mal gusto extendido hasta la alta nobleza y hasta las antiguas familias gobernantes; la tendencia a libertarse de toda obligación social y de toda costumbre antigua; todo ello demuestra que el populacho ha llegado a ser el que impone la moda. Pero mientras arriba las formas distinguidas y las viejas costumbres provocan sonrisas porque ya no se la lleva dentro como imperativos y no se sospecha que se trata de ser o no ser; abajo se desencadena el odio que quiere aniquilarlo todo y envidia todo lo que no es accesible a cualquiera, todo lo que sobresale y tiene que ser, por fin, derrocado. La sensibilidad vulgar se exaspera hasta la brutalidad no sólo ante la tradición y la moral, sino ante toda especie de cultura refinada, ante todo lo que es belleza, gracia, buen gusto en el vestir, seguridad en las formas del trato; ante el lenguaje selecto y la expresión corporal controlada que delata educación y autodisciplina.
¡Que claridad conceptual la de Spengler! Si en su época ya notaba una decadencia y una vulgaridad total, ¡Cuánto más; en estás épocas tan nefastas en todo sentido!. No hay más que salir a la calle para ver decadencia. No hay más que observar toda la basura enlatada que nos muestra la televi$ión, para poder reflexionar y analizar cuan sabias son las palabras de Spengler.
(..) “la predisposición generalizada a participar en negocios no muy limpios cuando ofrecen la posibilidad de ganar dinero sin trabajo”- ¡Si sabremos acá en Argentina lo que es esto!
(..)”la música sincopada y los bailes negroides como expresión psíquica de todos los círculos” – Como si Spengler hubiese profetizado ver cuanto latino o europeo imitaría tantas modas en común y a miles de kilómetros entre si.
(..)”el maquillaje de prostituta adoptado por todas las mujeres” – y ahora se toman de ejemplo a cualquier atorranta de moda en la TV. Cuanto más puta y más muestre en escena mejor. Ese el modelo para las nuevas generaciones de “futuras damas”.
La cultura, en su superioridad, es el enemigo. Porque a sus creaciones no cualquiera las entiende; porque no todos pueden asimilarlas; porque no están ahí «para todos»; por eso tienen que ser destruidas.
Y en eso consiste la tendencia del nihilismo: no se piensa en educar a la masa para elevarla a la altura de la auténtica cultura; eso es arduo y trabajoso, y quizás falten también para ello ciertas condiciones. Por el contrario: el edificio de la sociedad debe ser achatado hasta ponerlo al nivel de la plebe. Debe imperar la igualdad general: todo debe ser igualmente vulgar.
La fuerza de poder para efectuar dicha igualdad esta fuertemente implementada por los medios. Sin embargo, debemos distinguir otro elemento con un enorme poder: la educación desde los medios educativos. Como he comentado en una publicación anterior (la universidad convertida en empresa), la igualdad general debe imperar en desmedro del individuo capaz e inteligente. Se aniquila la “meritocracia” en pos de la chatura del conjunto y rebajando todo a niveles de vulgaridad total.
La superioridad, las buenas maneras, el buen gusto y cualquier clase de jerarquía innata constituyen un delito. Las ideas éticas, religiosas y nacionales, el matrimonio orientado a tener hijos, la familia y la soberanía del Estado, son cosas pasadas de moda y reaccionarias.
Hoy ser honesto, para muchos es sinónimo de idiota. Amar a tu patria, es sinónimo de fascista. Amar a Dios es sinónimo de idiotez. Ser educado y con buenos modales, es sinónimo de pacato. Defender la familia en base a un matrimonio heterosexual y no comprender la igualdad entre los de mismo sexo para poder casarse, es ser hereje, reaccionario y discriminador.
Todo es así en nuestra “progresista” vida moderna. Todo cambia y aún las leyes del orden natural serán cambiadas profetizo la Biblia. No tengo dudas que así es y así seguirá siendo hasta el tiempo final.
Desde la toma de la Bastilla y la guillotina promotora de la igualdad general hasta los ideales y las barricadas de 1848 – el año del Manifiesto comunista – no hay más que un paso; y sólo hay otro desde este último punto al derrocamiento del zarismo de estructura occidental. El bolchevismo no nos amenaza; ya nos rige. Su igualdad es la equiparación del pueblo a la plebe; su libertad es un librarse de la cultura y de su sociedad.
La gran promotora de esto es la cobarde y subrepticia “masonería internacional” con su famoso lema de “Igualdad, fraternidad y libertad”
Hay que decirlo abiertamente de una vez por todas, aunque sea una bofetada para la vulgaridad de esta época: poseer no es un pecado, sino un talento del cual sólo es capaz una minoría. También la propiedad es el resultado de una larga crianza en el marco de estirpes sobresalientes.
Casi nunca aparece dada por una genialidad original, sin la precondición de un ambiente educador y un pasado ejemplarizador. Lo importante no es cuánto se tiene, sino qué se tiene y de qué modo se lo tiene. La mera cantidad como fin en sí misma es vulgar.
Hoy, - y más que nunca en este nefasto gobierno – se le inocula a la población el veneno de la lucha clasista de odiar al que más tiene. Esto ha llevado a enormes problemas –no solo actuales, sino aún a porvenir – considerando un enemigo a destruir, ya no solo al sujeto aristócrata de cuna, sino que también ha caído en la vorágine de odio sin sentido el pobre sujeto de clase media que trabaja y se esfuerza de manera honesta. Es tan exacerbado el odio, que acá en Argentina (y con mucha pena lo digo), un pobre obrero común es victima de cualquier delincuente. Lo matan para robarle lo poco que gana para su sustento.
“Poseer no es un pecado”, tal como dijo Spengler. Para “poseer” hay que trabajar, no hay otra formula mágica (aunque esto parezca una ingenuidad de mi parte; ya que en la practica, más vagos se sigan sumando a los planes que otorga el gobierno).
“Lo importante no es cuánto se tiene, sino qué se tiene y de qué modo se lo tiene” – totalmente de acuerdo con el señor filosofo.
(..) Sobre el poseer - Significa superioridad intrínseca y diferencia a clases enteras de personas. Para ello no hace falta mucho: una pequeña granja bien atendida, un buen oficio, un pequeño jardín en el que se nota el amor con que es cuidado, el hogar limpio de un minero, un par de libros o de reproducciones de arte antiguo. Lo que importa es que uno transforme tales cosas en un mundo personal; que las impregne con su personalidad. La propiedad auténtica es un alma, y recién en esa medida es cultura auténtica. Estimarla por su valor en dinero es un error o una profanación
¡Cuan dulce ternura hay en estas sabias palabras!. Como no recordar el hogar de los abuelos; la simpleza de lo poco tal vez, pero la grandeza de las cosas hechas y conseguidas simplemente con amor y esfuerzo . Eso, es el alma vital de las cosas, de lo expresamente material sin la visión puerca y mundana del valor en dinero de las cosas. Spengler lo define de forma magistral.
(..) el «dinero» es una abstracción, un simple montón de valores en el sentido del mercado, que se puede estimar sólo matemáticamente en una divisa cualquiera. Su único atractivo reside, por un lado en las múltiples posibilidades de obtenerlo de la noche a la mañana, desde el juego de azar y el robo con violencia hasta los negocios basados en la política y en la especulación bursátil con cantidades que ni siquiera se tienen y, por el otro, en la posibilidad de derrocharlo en cualquier momento.
Una visión muy particular si la vemos desde el prisma nebuloso de un político y de un banquero.
La falta de una propiedad o una renta considerable no es una desdicha ni una miseria, como que tampoco su posesión supone la felicidad en el sentido usual. El hecho de la pobreza en sí no es una catástrofe; recién cierto razonamiento sobre el hecho, recién el percibir las diferencias como antítesis; en fin, recién la envidia es lo que convierte la pobreza en desdicha. Para que alguien se sienta miserable es preciso que antes le haya sido hecha repulsiva la existencia modesta, y ésta ha sido la misión de los demagogos de todos los tiempos.
¡Que sapiencia la de Spengler!; observador astuto sin duda.
Recién con ello comienza la revolución social a adquirir una tendencia económica que se manifiesta en teorías subversivas no relacionadas con la organización y los fines de la economía, sino centradas en el valor monetario de sus instalaciones y sus ganancias. Se crean antítesis entre pobres y ricos para iniciar la lucha entre ellos. Se quiere tenerlo «todo», todo lo que existe, todo lo que puede ser convertido en dinero, ya sea repartiéndolo o poseyéndolo en común, y lo que no se puede obtener así, se destruye para que los demás no lo sigan poseyendo. De este sentir y de este pensar – que no es el de los estratos sociales inferiores, sino el de sus autodenominados voceros – ha nacido todo lo que en la antigüedad se llamó reparto equitativo de la riqueza y hoy se llama lucha de clases y socialismo. Es la lucha entre las clases de «arriba» y las de «abajo» de la sociedad, librada entre los conductores de las naciones y los conductores del submundo para quienes las clases obreras no son más que objetos y medios para fines propios.
La lucha de clases ha sido y sigue siendo un gran problema. Sin dudas, “las mentes brillantes” han empleado este exquisito método de sutileza en favor de intereses políticos “non sanctos”.
No es mi intención asustar o generar expectativas en base a ciertos puntos de vista, pero una situación francamente difícil está hoy mismo en vías de desarrollo. El ecumenismo religioso es una realidad que crece rápidamente y no hay que perderle pisada a lo que están planeando u organizando. Con el lema a cuesta de “igualdad social para todos” y con la idea de un “reparto equitativo de la riqueza”, que no sorprenda algún día, que los gobiernos obligen a los ciudadanos de bien “ha repartir sus bienes con los más necesitados”.
¡Pero como puede ser! ¿No está bien ser generosos con los más necesitados?. Con los necesitados que no pueden trabajar por algún digno motivo, sin duda que la dadiva noble es muy loable de ser hecha. Sin embargo, “el reparto de riqueza” se estipula que los beneficiarios serían toda una ralea de personajes de todo tipo, menos lo que se dice precisamente “trabajadores”.
¿Pero estás seguro? ¿Cuándo pasaría algo semejante?. Sencillo; el ecumenismo religioso esta buscando aunar todas las religiones bajo un sincretismo como nunca antes existió en la historia de la humanidad. Con ardides auspiciados por oscuros designios y tergiversando las escrituras a sus propios y mezquinos intereses; esta iglesia universal “amparada en su propia cosmovisión y en los derechos humanos” buscara la igualdad a costa del despojo del que tiene. Esto sería efectuado en un momento de extrema crisis económica mundial y obviamente bajo el auspicio de un “Nuevo Orden Mundial” (el cual no estamos muy lejos). Oponerse significara ir contra un orden establecido – no solo político, sino religioso – y ya uno puede imaginar las consecuencias que eso traería aparejado.
Spengler definió muy bien la primera fase de este siniestro fin. La próxima fase es la que acabo de exponer recién – y temo que la cosa va muy en serio y es para temer –
Toda demagogia estructura su programa conforme a aquella parte de la nación que espera movilizar para sus fines. En Roma, desde Flaminio a C. Graco, fue la clase campesina itálica que quería tierras para labrarlas. De aquí el reparto de la región gala al sur del Po por el primero y la demanda de reparto del ager publicus por parte del segundo. Pero Graco sucumbió porque los campesinos, que habían acudido en masa a Roma para la votación, tuvieron que volver a sus casas para recoger la cosecha. Desde entonces, la demagogia al estilo de los Cinna y los Catilina especuló con los esclavos y, sobre todo, en lugar de apoyarse en los laboriosos jornaleros, se dirigió – como había sucedido antes en las ciudades griegas desde Cleón – al populacho sin oficio y de cualquier procedencia que vagaba por las calles de Roma y quería ser alimentado y divertido: ¡panem el circenses! Precisamente debido a que a través de todo un siglo se desarrolló una competencia reñida y cada vez más costosa por la conquista de tales masas, éstas crecieron en una proporción tal que todavía después de César constituyeron un constante peligro para el gobierno del imperio mundial. Cuanto más inferior es esta clase de seguidores, tanto más útil resulta. Por eso, desde la Commune parisina de 1871 el bolchevismo no ha intentado actuar tanto sobre el trabajador especializado, laborioso y sobrio que piensa en su oficio y en su familia, como sobre la gentuza haragana de las grandes ciudades dispuesta en cualquier momento al asesinato y al saqueo. Por eso es que, en Alemania, desde 1918 hasta los años del gran paro obrero, los partidos obreros gobernantes se han cuidado muy bien de no establecer una diferencia legal entre los desocupados y los vagos. Por aquél entonces, junto con el subsidio a la supuesta desocupación coexistió una escasez de trabajadores, sobre todo en el campo, y nadie trató seriamente de impedirlo. Fueron miles los que abusaron de los subsidios por enfermedad para eludir el trabajo. Al principio, el paro obrero fue literalmente cultivado por el marxismo. Es que el concepto de proletario excluye la alegría producida por el trabajo. Un obrero que sabe hacer algo y que está orgulloso de su producción no se siente proletario. Para el movimiento revolucionario es un estorbo. Tiene que ser proletarizado y desmoralizado para que ese movimiento pueda aprovecharlo. Éste es el verdadero bolchevismo.
Ocurre todo tal cual como sucede hoy acá. Que verdad cuando se dice que la historia es cíclica, que se repite. ¡Estadista y conocedor excepcional Spengler!
Este libro es realmente fabuloso. Acido, polemico y mordaz sin dudas Aún hay un poco más que no tiene desperdicio. La proxima sera la ultima parte y también el enlace para bajar este libro.