Vivimos en una época impregnada de fatalidad. Ha despuntado la época histórica más grandiosa, no sólo de la cultura faústica de la Europa occidental y su tremendo dinamismo, sino, precisamente por ella, de toda la historia universal; más grandiosa y terrible que las épocas de César y de Napoleón. ¡Pero qué ciegos están los hombres sobre los cuales se desencadena este tremendo hado, arrastrándolos en su vorágine, elevándolos o aniquilándolos! ¿Quién de ellos ve y comprende lo que con ellos y en torno suyo sucede?
Cúan pocos son los que conocen la brillantes estadista tan caracteristica del señor Oswald Spengler. Una lástima porque este filosofo y estadista alemán ha sido una de las mentes más despiertas y brillantes del siglo XX.
Pero tal posición de reconocimiento no esta ligada a una mera circunstancia del destino. De ninguna manera; muchas circunstancias estan netamente premeditadas y el señor Spengler – con apropiada logica mundana- no ha escapado a ello. Con solo leer sus libros, vamos a tener la pauta de porque Oswald Spengler es un hombre casi desconocido e infravalorado.
En una oportunidad ya hable sobre su magna obra titulada “La Decadencia de Occidente” en la cual hace una morfologia historica del mundo en cada una de sus etapas. Sin dudas es un libro apasionante y que no va ha dejar indiferente a ningún mortal. Sin embargo, como ya una vez comente; este libro es muy denso y sumamente academico. No es un libro facil para leer e incluso a más de uno le puede llegar a parecer monotono.
Pero no vamos a hablar de “La Decadencia de Occidente”. Hoy quiero presentarles otra obra de Spengler llamada: “Años Decisivos”. Este es un libro muy diferente si lo comparamos con “La Decadencia de Occidente”, aunque mucha de la tematica apunta a lo mismo. Este libro está encarado de una forma mucho más amena y con una lectura más accesible al lector ocasional.
“Años Decisivos” al igual que su obra anterior, son libros que se los puede conseguir en las librerias (aunque esto no implique que sean de facil obtención). Estamos hablando de obras que tienen más de setenta años y de un autor cuyas obras nunca han sido dadas a conocer popularmente por razones obvias.
“Años Decisivos” tal vez descanse manso y humilde en algún anaquel de alguna librería, pero cuando abra sus paginas y empieze a leer sin detenimiento, verá que es un escrito contundente, mordaz y audaz.
Tremendo, duro y fuerte como un diamante, pero brillante como el mismo. Asi son las palabras de Spengler cuando define la situación actual del mundo –tal como lo vió en su epoca - Sus dotes de genial estadista, nos muestran un acuciante y funesto futuro, que aún esta en sus escasas etapas finales a la espera del ultimo golpe de timón, el mismo que dara fin a una de las etapas más importantes de la historia del hombre.
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Spengler es tan brillante en sus conceptos que no puedo dejar pasar por alto varias frases del libro. Deja tanta tela para cortar y es tan concreto en sus asertos, que es necesario mostrar un poco de su excelente visión de las cosas. En un humilde esfuerzo intentare redondear un poco lo expuesto por Spengler y lo voy a realizar poniendo en font rojo mis acotaciones.
Los estadistas auténticos son cada vez más raros. (..) hoy este instinto se ha hecho tan débil y tan fuerte, que la critica parlanchina nacida de una alegre ignorancia, existe un creciente peligro de que un verdadero estadista, conocedor de las cosas, no sea ya ni siquiera instintivamente aceptado o tolerado a regañadientes, sino impedido de hacer lo que hay que hacer por la resistencia de todos los que pretenden saberlo mejor.
Todo verdadero estadista es impopular, por el miedo, la cobardía y el desconocimiento de sus contemporáneos; pero incluso para comprender esto hay que ser más que un «idealista».
Sabias palabras de Spengler. Sin dudas, los grandes hombres en todo su amplio sentido, cada vez son más bastardeados por simples patanes que creen saberlo todo; advenedizos con publicidad y buenos sueldos que en realidad no son nada.
El concepto de «racionalismo» es familiar a todos; pero, ¿quién sabe todo lo que abarca? Es el orgullo del espíritu urbano desarraigado, no guiado ya por ningún instinto fuerte, que mira altanero y con desprecio al pensamiento pletórico de sangre de otrora y a la sabiduría de las viejas razas campesinas. Es de la época en que todo el mundo sabe leer y escribir y por ello pretende hablar de todo y entenderlo todo mejor. Este espíritu está poseído por los conceptos, los nuevos dioses de esta época, y critica al mundo: el mundo no vale nada; podemos hacerlo mejor; ¡pongamos, pues, manos a la obra y formulemos el programa de un mundo mejor! No hay nada más fácil cuando se tiene ingenio. Ya se realizará luego por sí solo. Entretanto llamamos a esto el «progreso de la Humanidad». Tiene un nombre, luego existe. Quien lo duda es un ser limitado, un reaccionario, un hereje y, sobre todo, un hombre sin virtud democrática. ¡Quitémosle de en medio! De este modo, el miedo a la realidad ha sido vencido por la soberbia intelectual, por la presunción nacida de la ignorancia de todas las cosas de la vida, de la pobreza de alma, de la falta de respeto y, por último, de la tontería que le da la espalda al mundo, pues no hay nada más tonto que la inteligencia urbana carente de raíces.
Sencillamente genial; por eso amo a Spengler. Cuanta verdad dicha. Con cuanto menosprecio mira aún el hombre de la ciudad al hombre sencillo de campo, de la aldea. Cuanto deberiamos aprender de las raices mismas y de la sabidurìa que hemos perdido de nuestros ancestros y que la vida de la ciudad nos ha hecho perder tanto. El racionalismo como concepto filosofico ha destruido mucho de lo imprescindible del alma humana en pos de lo racional y lo material; y como tal ha conceptualizado todo a su propio sentir y forma de percibir la vida.
Hoy este concepto se lo denomina “progresismo”. Nuestro actual gobierno hace gala total del mismo. Si alguno se opone, se lo tilda de hereje antidemocratico con todo lo que eso implica. En lo siguiente, Spengler es grandiosamente claro; como si de un profeta se tratara, el filosofo alemán parece visualizar el futuro de mi aniquilado y pobre país: “el miedo a la realidad ha sido vencido por la soberbia intelectual, por la presunción nacida de la ignorancia de todas las cosas de la vida, de la pobreza de alma, de la falta de respeto y, por último, de la tontería que le da la espalda al mundo” (cuanta verdad ¿no es así señora presidenta?)
Esta tendencia doctrinaria a la teoría por falta de experiencia o, mejor, por falta de capacidad para percibir, se manifiesta literariamente en un infatigable proyectar utopías y sistemas políticos, sociales y económicos, y prácticamente en un furor de organizar que se ha convertido en un fin en sí abstracto, y cuya consecuencia son las burocracias que sucumben en un girar en punto muerto o bien en destruir ordenes vivientes.
Si alguien buscaba una definición precisa y certera de lo que es la “burocracia”, Spengler la definió a la perfección.
En el fondo, el racionalismo no es más que crítica y el critico es lo contrario del creador: analiza y sintetiza, pero la concepción y el nacimiento le son ajenos.
Este es un bien tipico de cualquier politico. Su palabrerio en pos a la critica no le es ajeno, pero cuando hay que arremangarse para trabajar y elaborar proyectos; la imbecibilidad les es tan amplia como el aire que respiran.
(..) Todos estos sistemas y organizaciones han nacido sobre el papel, son metódicos y absurdos, y viven sólo sobre el papel. Esto comienza en los tiempos de Rousseau y de Kant, con ideologías filosóficas que se pierden en lo genérico; se convierte en el siglo XIX en construcciones científicas con métodos físicos y darwinistas – sociología, economía política, concepción materialista de la historia –, y se extravía en el siglo XX en la literatura de las novelas tendenciosas y los programas partidarios.
¡Y viven en el papel!, sin ninguna duda. Cuanta idiotez tipica de la burocracia es común en nuestros tiempos. ¡Cuantos quebraderos y dolores de cabeza nos da esta payasada burocratica, que como vemos, es funcional y perfecta para el sistema!
Ningún estadista, ningún partido, apenas algún pensador político se encuentra hoy lo bastante seguro como para decir la verdad. Todos mienten; todos se suman al coro de la multitud ignorante y malcriada que quiere pasarlo mañana tan bien como ayer o aún mejor, aunque los estadistas y los dirigentes de la economía deberían conocer mejor la terrible realidad. ¡Pero qué clase de líderes tenemos hoy en el mundo! Este optimismo cobarde y deshonesto anuncia todos los meses el «retorno» de la coyuntura y la prosperity ni bien un par de especuladores alcistas hacen subir pasajeramente las cotizaciones; promete el fin de la desocupación ni bien un centenar de obreros encuentra trabajo en algún lado y, sobre todo, declama el logro del «acuerdo» entre las naciones ante la menor decisión de la Sociedad de Naciones, ese enjambre de parásitos veraneantes en las orillas del lago de Ginebra. Y en todas las reuniones y en todos los periódicos resuena la palabra “crisis” como expresión de una perturbación pasajera del bienestar, con lo cual se miente y se oculta que se trata de una catástrofe de proporciones incalculables, que es la forma normal en la que se producen los grandes cambios de la Historia.
Vivimos en una sociedad tan parasitaria y hedonista que no podemos despertar siquiera aún en tiempos de incertidumbre y miseria, del letargo al que nos han acostumbrado. Hoy estamos al borde de otro gran colapso economico a nivel mundial (observen lo que pasa en Grecia y en otros lugares; incluso aquí mismo, en mi querido país).
Estas ratas que manejan el mundo, y tal como lo dijo Spengler, amparadas en grandes trust bancarios y en organizaciones titeres a nivel mundial (tal como la Sociedad de Naciones – hoy rebautizada como la ONU-) son los que mueven los hilos socioeconomicos del planeta.
Es que vivimos en una época tremenda. Es la más grande que la cultura de Occidente haya vivido y vivirá jamás, la misma que la antigüedad vivió desde Canas hasta Accio, la misma desde la cual resplandecen los nombres de Aníbal, Escipión, Graco, Mario, Sila y César. La guerra mundial fue para nosotros tan sólo el primer rayo y el primer trueno surgidos de la nube tormentosa que se cierne amenazadora sobre este siglo. El orden del mundo se halla hoy en transformación desde sus cimientos, como antaño por el naciente Imperium Romanum, y no cuentan ni la voluntad ni los deseos de «la mayoría», ni serán tampoco contadas las víctimas que toda decisión de esta clase exige. ¿Pero quién lo comprende así? ¿Quién lo soporta? ¿Quién considera que tiene la suerte de participar en ello? La época es grandiosa, pero tanto más pequeños son los hombres. No soportan ya la tragedia, ni sobre el escenario ni en la realidad. Miserables y fatigados, quieren el happy end de las baratas novelas de entretenimiento. Pero el destino, que los ha arrojado a estas décadas, los agarra por el cuello y hace con ellos lo que tiene que hacerse, lo quieran o no.
Todas estas palabras no están exentas en forma y causa de una profunda fatalidad. Y la misma no esta sujeta de forma fortuita; aca hay un solido andamiaje historico que la sustenta. Spengler la subraya con meros ejemplos (pensar que en pocos años más, una nueva guerra mundial haría aparición).
Una palabra que destaco de Spengler es cuando nombra: “un orden del mundo se halla hoy en transformación”. Quién no comprende los cambios a nivel “macro”, en todo sentido, jamás podrá comprender hacia donde se dirige el mundo.
La situación era y es aún mucho más grave, tal como vaticino Spengler. Por algo muchos lo consideran el “filosofo pesimista”. Yo lo llamo “el gran estadista realista”.
La «renovación» religiosa que reemplaza al racionalismo como cosmovisión cuenta por cierto con la posibilidad de la génesis de nuevas religiones. Las almas fatigadas, cobardes y seniles quieren huir de esta época y refugiarse en cualquier cosa que, por lo maravilloso de sus doctrinas y sus costumbres, las acune en el olvido mejor de lo que manifiestamente pueden hacerlo hoy las Iglesias cristianas.
Otro acierto tremendo del filosofo alemán. Hoy se está propagando un ecumenismo de dimensiones universales. La “nueva era” con sus doctrinas más light y agiornadas a las nuevas modas y costumbres, han logrado sintetizar un nuevo pensamiento, en una nueva corriente de pensamiento cuasi religioso. Lograron unificar criterios propios de las doctrinas orientales con otros nuevos; propios de religiones de antaño, tales como el judaismo, el islamismo y el cristianismo. Acá también se debe reconocer un gran trabajo llevado a cabo principalmente por el fallecido papa Juan Pablo II, que ha unido esfuerzos con otras religiones en pos de un ecumenismo religioso.
La «crisis mundial» de estos años, como la misma expresión demuestra, es concebida de un modo demasiado chato, ligero y simple, según el punto de vista, los intereses y el horizonte del espectador. Se la considera como una crisis de la producción, del desempleo, de la moneda, de las deudas de guerra y las reparaciones, de la política exterior o interior o, sobre todo, como consecuencia de la guerra mundial, la cual, según en opinión popular, habría podido ser evitada con una mayor honradez y una mayor habilidad diplomáticas.
No hay duda alguna que las crisis mundiales que se han atravesado y que aún amenazan implacables, como escribió el autor, “habría podido ser evitada con una mayor honradez y una mayor habilidad diplomáticas”. Me hizo acordar mucho a una famosa frase del señor Luis Barrionuevo que una vez sintetizo a modo de honestidad brutal: “ El país se puede levantar si dejaramos de robar por lo menos dos años”. Increible pero real.
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En la proxima publicación seguire con más perlas del genial filosofo alemán, porque son muy buenas las frases para su analisis.
excelente
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