El Catafracto

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jueves, 3 de noviembre de 2011

Libros: Años Decisivos - Oswald Spengler - Parte II




Continuamos con la segunda parte de frases importantes del libro "Años Decisivos" del filosofo y estadista Oswald Spengler.



Lo que hoy reconocemos como «orden» y fijamos en constituciones «liberales» no es más que una anarquía hecha costumbre. La llamamos democracia, parlamentarismo o soberanía popular; pero de hecho no es sino la simple ausencia de una autoridad consciente de su responsabilidad; es la inexistencia de un Gobierno y, con ello, de un verdadero Estado.

Gran verdad, porque de hecho no hay gobierno alguno que sintetice de manera correcta lo que es la responsabilidad y el trabajo en pos de la sociedad. Acá en Argentina terminan los mandatos politicos en grandes escandalos y corruptelas politicas. De hecho poco les importa, porque la inmunidad politica les protege y literalmente se “cagan” en lo que piense o diga la gente. El verdadero Estado es el que se cocina detrás del telón y es el que financia y patrocina a estos payasos que son servidores leales al dinero y a los cerebros adinerados que hacen de titireteros.



Que se quiere decir con eso del «gobierno del pueblo». (..) Llegan personas que autodenominan «representantes» del pueblo y se ofrecen como tales. Pero se proponen «servir al pueblo»; lo que quieren es servirse del pueblo para fines propios, más o menos sucios, entre los cuales la satisfacción de la vanidad es el más inocente de todos. Combaten a los poderes tradicionales para ocupar su lugar. Combaten el orden del Estado porque el Estado impide el tipo de actividad que realizan. Combaten toda clase de autoridad porque no quieren ser responsables ante nadie y ellos mismos huyen de toda responsabilidad. Ninguna constitución contiene una instancia ante la cual tengan que justificarse los partidos políticos.

Claro y cristalino como el agua. Explicado a la perfección lo que representa hoy un poltico. La última parte es vital para comprender tanto desatino: “Ninguna constitución contiene una instancia ante la cual tengan que justificarse los partidos políticos”. Letalmente real.



De este modo nace la «democracia» del siglo, que no es forma, sino ausencia de forma en todo sentido y por principio. Nacen así también el parlamentarismo como anarquía constitucional y la república como negación de toda clase de autoridad.

Así es la democracia y con la misma el parlamentarismo (o congreso nacional como se lo llama aquí en la Argentina, donde esta lleno de parasitismo pluritario)



Si hoy predomina la impresión de que la dirección de la economía es el elemento más poderoso, es porque la dirección política ha sucumbido a la anarquía partidista y no merece ya el nombre de verdadera dirección, y porque, por consiguiente, la dirección económica parece sobresalir.

La política está sujeta a la economia, creo que eso no lo duda casi nadie. De esta forma, la política es la hija boba de las finanzas; ya que estás, son las que realmente mandan.



En la actualidad, debido a la insignificancia de los estadistas dirigentes, personalmente interesados casi todos en negocios particulares, el hecho es que la economía interviene decisivamente en las resoluciones. Pero ahora ya se trata de la economía. en su totalidad: no son sólo los Bancos y los grupos económicos, con o sin disfraz partidario, sino también aquellos grupos orientados al aumento de los salarios y a la disminución del trabajo que se llaman partidos obreros. Y esto último es la consecuencia necesaria de lo primero. Ésa es la tragedia de toda economía que quiere auto-asegurarse políticamente.

“Interesados casi todos en negocios particulares” (si sabremos eso de los políticos acá en Argentina). Spengler habla de los partidos obreros, los cuales no podemos obviarlos para nada ya estos también forman parte del sistema. Y no hablamos del trabajador común que busca un lógico beneficio para una mejor calidad de vida; sino de los sindicatos que llevan en si mismos la marca típica de la mafia. Y la tragedia de la economía sin duda alguna es el auto-aseguro político, ya que este deja grandes dividendos sin hacer nada.



Recién cuando el imperialismo queda en manos de mercaderes económicos y materialistas, cuando cesa de constituir una política de poderío, recién entonces decae rápidamente desde el interés de quienes conducen la economía hasta el ámbito de la lucha de clases de quienes ejecutan el trabajo. De este modo se desintegran las grandes economías nacionales y arrastran consigo a las grandes potencias hacia el abismo.

Hoy podemos verlo con mucha claridad. Varios países en bancarrota y sobre todo con una potencia como los Estados Unidos al borde de un colapso total. No sería una locura que pronto sucumba está gran potencia como la conocemos y surja un “Orden Mundial” con base en Europa para una reorganización mundial unificada de la economía.



Los grandes ejércitos han sido el elemento más conservador del siglo XIX. Ellos – y no la monarquía debilitada, ni la nobleza, ni incluso la Iglesia – mantuvieron en pie la forma de la autoridad del Estado contra las tendencias anarquistas del liberalismo.
«Desgraciadamente, este elemento es sólo conservador y no creador; y precisamente lo que importa es crear»

Esto fue una realidad. Los ejércitos siempre fueron la piedra en el zapato para los liberales, por su gran tradición conservadora. “Lo que importa es crear”, según una frase de Metternich de 1849, y precisamente de eso carece el ejercito. El ejercito principalmente es un gran elemento de disuasión.



¿Qué es, hoy en día, una potencia de gran envergadura? Una construcción estatal o similar a un Estado, con una dirección que tiene objetivos políticos mundiales y probablemente también los medios para concretarlos, sean cuales fueren los medios sobre los cuales se apoya: ejércitos, flotas, organizaciones políticas, créditos, grupos bancarios o industriales poderosos con intereses comunes y, por último, y sobre todo, una fuerte posición estratégica en la esfera terrestre.

Si quiere saber lo que es una potencia mundial, Spengler ya daba esbozos de sus caracteristicas. En esa epoca, Estados Unidos ya era una potencia industrial y la Unión Sovietica perfilaba para ser otra potencia, debido a su gran posición estrategia en el globo y a su politica de expansionismo politico que amenazaba toda Europa. Despues de la SGM, Estados Unidos y la Unión Sovietica serían los amos del mundo, decidiendo los destinos entre oriente y occidente.


Lo cierto es que las cosas no cambiarían mucho si un buen día, por razones de eficacia política, se abandonase el principio comunista. Los nombres cambiarían: las ramas administrativas de las organizaciones económicas se llamarían corporaciones, los comisarios formarían consejos de administración y los comunistas mismos serían accionistas. Por lo demás, la forma capitalista occidental existe allí desde hace ya mucho tiempo.

Visionario excepcional Spengler. Vaticino con gran exactitud lo que habría de acontecer en la Unión Sovietica, después de la caída del muro de Berlin. Cuando cae la Unión Sovietica, en poco tiempo el comunismo mutó hacia formas propias tipicas del capitalismo. De hecho si hablamos propiamente del comunismo, tenemos que reconocer que el mismo en la practica fue un verdadero capitalismo de estado. (Risueño es observar cadenas de McDonald´s – simbolo total del capitalismo - en la Rusia de hoy). Incluso China es una superpotencia economica y sus corporaciones y formas de hacer negocio son netamente capitalistas (a pesar que aún se dicen comunistas y llevan todavía la estrella roja).



La vida se estructura de un modo exclusivamente económico y carece, por lo tanto, de profundidad; tanto más, cuanto que le falta el elemento de la auténtica tragedia histórica, de ese gran destino que a través de los siglos ha profundizado y educado el alma de los pueblos occidentales. La religión, que originalmente fue de un severo puritanismo, se ha convertido en una especie de entretenimiento obligatorio y la guerra se convirtió en el nuevo deporte. Y también, tanto aquí como allá, existe la misma dictadura de la opinión pública, – preestablecida ya sea por los partidos políticos o por la sociedad – dictadura que se extiende a todo lo que en Occidente se deja abandonado a la voluntad individual: el coqueteo y la concurrencia a la iglesia, los zapatos y los cosméticos, los bailes de moda y las novelas de moda, el pensamiento, la comida y las diversiones. Todo es igual para todos. Hay un tipo establecido de americano, y sobre todo de americana, estrictamente reglamentado en cuanto a apariencia física, vestimenta y espíritu; y quien se rebela contra la norma, quien se atreve a criticarla públicamente, cae bajo la proscripción general.

Todo es igual para todos”; principio de homogeneidad que se propagó a raudales en los últimos 20 años, sobre todo, con la tecnologia; cimentando una globalización donde la mayoría de las cosas son comunes a todos. ¡Y otra gran verdad!: “quien se rebela contra la norma, quien se atreve a criticarla públicamente, cae bajo la proscripción general”. Brillante.



En cambio, sí hay, tanto allí como en Rusia, un hampa poderosa de características casi dostoyewskianas, con fines de poder propios y métodos propios de disgregación y de negocios. El hampa, a consecuencia de la corrupción inveterada de los órganos administrativos y de seguridad y sobre todo por el contrabando de alcohol que ha intensificado al extremo la desmoralización sociopolítica, alcanza hasta a las clases muy acomodadas de la sociedad. Incluye la delincuencia profesional y las sociedades secretas del género del ku-klux-klan. Comprende negros, chinos y elementos desarraigados de todos los linajes y razas europeas, y posee organizaciones muy eficaces, antiguas ya en parte, del orden de la camorra italiana, de las guerrillas españolas y de los nihilistas rusos de antes de 1917 y los chekistas de después. Los linchamientos, los secuestros y los atentados, los asesinatos, robos e incendios son medios de propaganda político-económica de efectividad comprobada desde hace ya mucho tiempo.

Con esto, podemos comprender muy claramente, que las mafias de toda indole son necesarias y que los gobiernos se valen de ellas. La inseguridad, secuestros ,etc son necesarios como medios de propaganda politica-economica (acá en Argentina somos lideres en esas lides).




El espíritu emprendedor agoniza y la generación joven, en su espíritu, en su moral y en su cosmovisión, ha caído desde las alturas

Cada vez más jóvenes emigran porque no encuentran un camino adecuado. Los proyectos personales son aniquilados u robados porque no esta permitido el emprendimiento creativo y constructivo. La meritocracia fenece y con ella el espiritu de lucha de los pueblos.




Aunque no lo percibamos, casi todos llevamos dentro esta discrepancia entre el sentir y el pensar. Por eso son tan pocos los que llegan a darse clara cuenta del lado en que están realmente.

Profundo y para pensar, tipico de la pluma sagaz de Spengler.



Por el dinero, que la plebe codiciaba tanto como los especuladores acaudalados, se hundieron el honor y la grandeza de Roma, su raza y su idea. Pero – al igual que hoy – esta masa urbana, venida de todos lados, no fue movilizada y organizada desde adentro para conquistar su «derecho» a gobernarse y para lograr su «libertad» venciendo la opresión de las clases dominantes. Fue instrumentada como medio para los fines de políticos comerciantes y revolucionarios profesionales. De estos círculos surgió la «dictadura de abajo» como última consecuencia necesaria de la anarquía democrática radical, tanto entonces como ahora. Polibio, que poseía experiencia de hombre de Estado y una aguda visión de la marcha de los acontecimientos, lo previó así con seguridad treinta años antes de Cayo Graco: «Cuando ambicionan altos empleos del Estado y no pueden obtenerlos por sus méritos y talentos personales, derrochan dinero, seduciendo y atrayéndose a la masa por todos los medios posibles. La consecuencia es que este arribismo político acostumbra al pueblo a recibir regalos y le infunde un ansia de dinero obtenido sin trabajar. Con ello perece la democracia y es substituida por la violencia y el derecho de los puños. Pues, en cuanto la multitud, acostumbrada a vivir de la propiedad ajena y a fundar la esperanza de su sustento en la fortuna de los demás, encuentra un caudillo ambicioso y decidido, pasa al empleo del poder de sus puños. Y entonces, aglomerándose, asesina, saquea y hace suya la propiedad de los demás, hasta que, totalmente corrompida, cae en poder, de un dictador ilimitado» ( ? ) . . . «Pero la verdadera catástrofe será provocada por la masa cuando se estime perjudicada por el ansia de dinero de los unos, en tanto que la ambición de los otros, halagando su vanidad, la induzca a sobreestimarse. Se alzará furiosa, no prestará ya oídos más que a la pasión en toda clase de negociaciones y no obedecerá a los que llevan las riendas del Estado; ni siquiera les reconocerá iguales derechos, sino que exigirá en todo y para todo el derecho a decidir. Llegadas las cosas a este punto, el Estado se adornará con los nombres más bellos, los de libertad y el del gobierno del pueblo por sí mismo; pero en realidad habrá recibido la peor forma: la oclocracia, la dictadura de la plebe» ? .
Esta dictadura no es hoy ya tan sólo una amenaza que pende sobre los pueblos blancos, sino que nos hallamos bajo su pleno imperio, y de un modo tan profundo y evidente que ni siquiera lo notamos. La «dictadura del proletariado» – esto es: de sus beneficiarios, de las organizaciones obreras y de los funcionarios de los partidos políticos de todas las tendencias – es un hecho consumado, ya sea porque los gobiernos están formados por ellos o bien porque están dominados por ellos debido al miedo de la «burguesía».

Un poco largo, pero no tiene ni un apice de desperdicio tanto palabrerio. Esto es lo que sucede sin ninguna duda en la actual Argentina. La historia es ciclica y como tal se repite. Sucedió en la antigua Roma y hoy se repite en la actualidad. Es muy fácil darse cuenta que en nuestro país esto es una realidad total. El odio de clases es real y es muy probable que en poco tiempo más, tus bienes y tu familia estén en franco peligro (recuerden la época de los saqueos).




Esta alianza entre la Bolsa y el sindicato existe hoy igual que en aquél entonces. Está basada en la evolución natural de tales épocas, porque surge del odio común contra la autoridad del Estado y contra los líderes de la economía productiva, que le ponen límites a la tendencia anarquista de ganar dinero sin esfuerzo.

¿A que líder sindical le gusta trabajar?. Acá ejemplos tenemos de sobra. Gordos barrigones con aires patoteros que tienen mansiones muy caras y autos ultmo modelo. ¿Alguién investiga sus cuentas bancarias y sus declaraciones fiscales?



El escenario de esta revolución de la vida, y al mismo tiempo su «territorio» y su expresión, es la gran ciudad, tal como ésta comienza a formarse en la declinación de todas las culturas. En este mundo de piedra y petrificante se aglomera cada vez más el pueblo desarraigado que le resulta sustraído al agro campesino. Es «masa» en un sentido espantoso; es arena humana informe con la que pueden, sin embargo, amasarse productos artificiales y, por tanto, efímeros, como los partidos políticos y las organizaciones diseñadas de acuerdo con programas e ideales, pero en los que se han extinguido las fuerzas del crecimiento natural – impregnado de tradición por la secuencia de las generaciones – y, sobre todo, se ha extinguido en ellos la fertilidad natural de toda vida, el instinto de la perduración de las familias y de las estirpes. La abundancia de hijos, el primer signo de una raza sana, se convierte en algo molesto y ridículo.

Spengler siempre critico y odio las ciudades. En “Decadencia de Occidente” habla mucho también sobre ellas. Las ciudades han quitado mucho de la escencia misma del hombre. Hoy podemos apreciar a nivel mundial que hay una enorme perdida de la natalidad. Ciudades con mucha población de gente muy mayor y pocos nacimientos. Hoy tener hijos resulta algo molesto, como aseveró Spengler. La molestia está dada principalmente por motivos económicos. No se tienen hijos por que cuesta mantenerlos, y las mujeres no desean tenerlos porque son un contratiempo a un trabajo o a una carrera. Se piensa a nivel económico y por tanto, la familia como nucleo, pierde todo sentido por su mera existencia.



 Aún hay más, mucho más sobre este increible libro que seguiremos desglosando de a poco en una nueva publicación. Spengler nunca tiene desperdicio.


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